5 de septiembre de 2011

Me llevaría al gato entre mis brazos a nuestra Luna de Nácar.


Hoy, más que nunca te llamaría. En casa nada va bien. Pegaría un portazo y sin soltar la mano del pomo arrancaría a correr, lanzando lejos la puerta, las llaves, el todo. Iría lejos, puede que contigo y con el gato recogido en mis brazos. Entonces te explicaría qué ha pasado, no me darías tu opinión, nunca dabas tu opinión, pero me harías reír, siempre me hacías reír. Me hablarías de otra cosa, de algo aburrido y cotidiano, y perdidos en el diálogo color tierra rutina, se me pasaría el enfado.
Pero no voy a llamarte, no debo hacerlo. Me vas dejando sin hierbas el camino, sin dejar espacio a la duda, sin albergar esperanza. No sabes que sé qué piensas, lo leo en tus ojos, las pocas veces que nos leemos las miradas. Y por eso no te llamo, ni te llamaré. Al final tendrás razón, no es necesario hablar o decirnos, mi imaginación llega más lejos de lo que tú jamás llegarás a explicar. La verdad danza conmigo cuando cada noche cuelgo del techo una luna de nácar.
¿Es esto ser fuerte? Quería estar sola, ahora estoy sola, soledad de kleenex húmedos y almohada.

Quería volar, abriste nuestra jaula, y ahora tengo pánico a abrasarme con la luz del sol.

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