25 de enero de 2016

Una caja de cartón

La vida cabe en una caja de cartón. Palabras pensadas e improvisadas, tinta, cartas, viajes, remitentes, fotografías, postales, tachones, recuerdos, ciudades, abrazos, tequieros, sellos, felicitaciones, gracias, notas, direcciones, losientos, sorpresas, recortes de periódico o su primer post it en el espejo del baño. Todo cuenta. Y si hace sonreír o llorar, seguro que mereció la pena.

Cuando brillamos...

Creo que todos tenemos en la cabeza ideas y pájaros. A veces se anudan, y nacen las dudas que nos enredan los pies. Otras, en cambio, bailan libres: entonces brillamos tanto que encendemos sonrisas, personas, y hasta las estrellas.

Pies desnudos

Tenía los pies desnudos y las ideas enredadas en el pelo. Quizás por eso le gustaba tanto dudar y girar: nunca sabes cuándo vas a encontrar un cristal roto en el suelo, o va a caer una idea de la cabeza. Por qué calcular los pasos en aburrida línea recta cuando se puede bailar, tropezar, volver, caer, o saltar.

26 de noviembre de 2014

El Chico del Sur

Cuando conocí al chico del sur acababa de romperme.

En realidad estaba ya pegando los trozos caídos. Recogiendo las horas y meses sobrantes de aquella relación sin saber muy bien qué hacer con ellos. Llevaba en la mochila algunos recuerdos que amarilleaban y mucha rabia acumulada. Rabia de esa que sólo dejan las historias que te rompen. Las que te dan un bofetón en la cara y te espabilan de un día para otro. De las que acabas jurando que no te vuelve a pasar.

El chico del sur tenía gracia. Y debía tener mucha, porque acabó enamorándome. Así, sin esperarlo. El amor es muy cabrón, no te deja un respiro. Llega sin avisar y te pone la vida patas arriba cuando estás aún buscándote los pies. Y lo que empezó como una alegría de esas que metes en las bragas sin dar explicación a nadie acabó siendo un romance en toda regla. Un desastre.

Fue una casualidad que nuestras brújulas coincidiesen en el mismo punto perdido del mapa, ya que eran más de ochocientos kilómetros los que separaban nuestros pasos. Y a mí, que me encanta jugar a ser nómada, contar distancias y llenar las botas de caminos, de repente esos ochocientos kilómetros me parecieron infinitos, cortantes, imposibles. Ochocientos kilómetros al sur: una apuesta fuerte para alguien que está todavía pegando los trocitos que se caen, que se agrietan, que abren agujeros y dudas en el pecho y las promesas se vacían y los tequiero suenan a fábula y las verdades chirrían y el espejo devuelve la mirada más desconfiada que has visto nunca. Porque entra en escena el miedo. Porque has jurado que no te vuelve a pasar y ya vas por el mismo camino. Miedo.

El chico del sur me hizo perder el norte. Tenía una guitarra y las manos llenas de magia, dibujos en la piel, secretos en el pelo y unas cuantas camisas de cuadros. Una sonrisa soleada que sabía templar aunque él mismo estuviese a punto de derrumbarse. Porque también él venía recogiendo sus pedazos rotos. Nunca lo admitió, era uno de esos secretos que se empeñaba en guardar en el pelo junto a todas sus penas, pero yo lo sabía.

Enamorada, y como todo enamorado, me convertí en alguien que se sentía fuerte y vulnerable a un tiempo, libre y atada, feliz e insegura. Siempre depende de la intensidad con la que muerde el miedo. El dolor de su mordisco me trajo los recuerdos amarillos, las discusiones, las grietas y llené la cabeza de espirales sin retorno. Y cuando el chico del sur tropezó con una duda, lo saqué de mi camino. Deseé convertirme en hojalata para dejar de inventarme mil historias junto a él.

Sigo intentándolo. Ser más hojalata y menos emoción. El chico del sur dice que no le asusta el óxido de mi armadura ni este silencio que nos empuja al precipicio. No le creo.

Para creerle tendría que ser tan valiente como él.

***

Ahora que cuento su historia, un arcoiris amanece entre las nubes que han teñido el día en una aburrida escala de grises. Esto sólo puede ser cosa del chico del sur. De la magia de sus manos.


5 de octubre de 2014

Se arrugan los recuerdos...

Flotas perdido en mis ideas porque hay grietas en mi cabeza; pero no sabes que ya no te pienso, y que ahora habitas mis silencios.
Hablas, te veo mover los labios; pero no te escucho las mentiras. Tu sudor me anestesia la piel y se arrugan los recuerdos en mi cara.
Ya no hay fuegos provocados, todos son ahora velas mudas. Huele a madera quemada cuando se agota el amor del alma.
Dibujaste trazos de mi vida: caminos de robles, de cardos y de orquídeas. Hiciste de tu querer el mío, de mi tiempo el tuyo: Tropezábamos los besos y las horas.

Me pisaste el corazón
y te llevaste hasta la rabia.

Tú.

11 de octubre de 2013

Islandia


Hace un año, a estas horas, subía a un avión con destino Reykjavík. Y ahí pasé el invierno más largo y bonito de los que he vivido. Ví paisajes increíbles, ciudades, calles y casas diferentes a todo lo que había visto antes, subí a un glaciar, me asomé al cráter de un volcán, cabalgué en un caballo islandés, escuché resoplar a la tierra con la explosión del géiser, y me enamoré de cada catarata que visité. Pasé frío, mucho frío, y me calenté en las saunas y en las aguas termales del Blue Lagoon. Aprendí de la historia islandesa en sus museos, monumentos y libros; y aprendí a tejer en alguna de esas largas noches. El día antes de irme, la isla me regaló la espectacular visión de la aurora boreal, y la emoción hizo que riera y llorara al mismo tiempo. Pero, ¿sabéis lo mejor de todo? Lo mejor lo encontré en cada persona que conocí, en mis amigos Sigga y Jón, Frances, Barbara, en mis niños, y en cada persona que con su historia me enseñó, me sorprendió, y me hizo comprender que, con cada viaje, y a cada paso, la vida se va tejiendo un poquito más fuerte, más colorida y más caliente. Como un jersey islandés, como un lopapeysa. 




15 de septiembre de 2013

A un luchador...

"Parecía su pelo rizoso ese pelo de estopa apolillada de las muñecas viejas, que se cae, al pasarle la mano, en una polvorienta tristeza..."

Juan Ramón Jiménez - 'Platero y yo', fragmento.


Gracias por este tiempo, Roy. Fuiste un superviviente en tus primeros meses de vida, y has sido un luchador hasta el final. Nos duele despedirnos, pero te hemos dejado ir, sin dejar de estar a tu lado en ningún momento.

Me quedo con los paseos compartidos, con lo feliz que has sido, y con la alegría de encontrarte 15 años atrás, un 17 de septiembre. Me faltaba un día para cumplir 12 años. No recuerdo qué me regalaron en aquel cumple, sólo sé que tuve a mi lado a un amigo que me ha acompañado hasta hoy, a punto de cumplir 27. Me has visto cerrar y abrir tantos ciclos: empezar la ESO, acabar Bachillerato, hacer la selectividad, entrar en la Uni y salir de ella. Por el camino nos ha tocado decir adiós a seres queridos, y tenerte cerca siempre ha sido una ayuda para que las penas se olvidaran un ratito.

Habrá a quien estas palabras le suenen a cursilería difícil de comprender. Lo siento por esas personas, porque creo que quien no es capaz de entender el sufrimiento por un animal, de empatizar siquiera un poquito, tampoco sabe lo que es quererlo, ni disfrutar de su compañía, y eso supone perderse una parte muy bonita de la vida (para mí, de las mejores): la de aprender a ser mejor humano. Descansa, pequeño. Nos dejas un hueco enorme que llenaremos de buenos recuerdos. Te queremos y te echaremos de menos, no sabes cuánto. 
Siempre contigo.

31 de agosto de 2013

No era nadie

Hoy venía de la estación decidiendo si me iba a echar unas cañas o directamente a casa, cuando una señora me ha pedido si podía ayudarle a llevar un cartón enorme, cargada con bolsas como iba no podía con todo. He cogido el cartón y una bolsa grande. Mientras caminábamos me he dado cuenta de que no estaba llevando un cartón cualquiera: era su cama. Y no llevábamos las cosas a su portal, sino a un cajero. Le he dicho que si necesitaba algo más, y muy agradecida me ha contestado que suficiente favor le había hecho. Si preguntáis, posiblemente os dirán que está loca, y casi con toda seguridad ni siquiera habrán hablado con ella. La naturalidad con la que me hablaba acerca de la elección de un buen cartón, la dignidad y aceptación de su situación me han desbordado. Un poco más rota, he decidido volver a casa, yo que sí la tengo. Hoy he aprendido algo. Por cierto, no está loca. Simplemente sola. Y sin casa.



9 de noviembre de 2011

El lado oscuro del no amor en una noche estrellada.

La luna se ha posado en mi tejado, burbuja de plata. Me pregunta si no estaré equivocada, si no seremos en realidad calcetines sin pareja que se encontraron perdidos en alguna lavadora. Me pregunta si no estaré hecha para entenderme con el viento, que gira y cambia y canta y llora.  Me pregunta qué me mantiene con la vista fija en ti cuando nada queda en tu mirada. Y no tengo respuesta porque de tanto empeñarme en mentir he olvidado algunas verdades.
Olvidé tu risa, aunque sé que a veces reías. Olvidé tu olor, ahora lo busco en otras bufandas. Olvidé el color de tus ojos, pero sé que tus ojos me gustaban.
No siento lo que pienso y no pienso lo que siento.
Porque sólo soy un calcetín desparejado.


La luna se ha posado en mi tejado, burbuja de plata.