11 de octubre de 2013

Islandia


Hace un año, a estas horas, subía a un avión con destino Reykjavík. Y ahí pasé el invierno más largo y bonito de los que he vivido. Ví paisajes increíbles, ciudades, calles y casas diferentes a todo lo que había visto antes, subí a un glaciar, me asomé al cráter de un volcán, cabalgué en un caballo islandés, escuché resoplar a la tierra con la explosión del géiser, y me enamoré de cada catarata que visité. Pasé frío, mucho frío, y me calenté en las saunas y en las aguas termales del Blue Lagoon. Aprendí de la historia islandesa en sus museos, monumentos y libros; y aprendí a tejer en alguna de esas largas noches. El día antes de irme, la isla me regaló la espectacular visión de la aurora boreal, y la emoción hizo que riera y llorara al mismo tiempo. Pero, ¿sabéis lo mejor de todo? Lo mejor lo encontré en cada persona que conocí, en mis amigos Sigga y Jón, Frances, Barbara, en mis niños, y en cada persona que con su historia me enseñó, me sorprendió, y me hizo comprender que, con cada viaje, y a cada paso, la vida se va tejiendo un poquito más fuerte, más colorida y más caliente. Como un jersey islandés, como un lopapeysa. 




15 de septiembre de 2013

A un luchador...

"Parecía su pelo rizoso ese pelo de estopa apolillada de las muñecas viejas, que se cae, al pasarle la mano, en una polvorienta tristeza..."

Juan Ramón Jiménez - 'Platero y yo', fragmento.


Gracias por este tiempo, Roy. Fuiste un superviviente en tus primeros meses de vida, y has sido un luchador hasta el final. Nos duele despedirnos, pero te hemos dejado ir, sin dejar de estar a tu lado en ningún momento.

Me quedo con los paseos compartidos, con lo feliz que has sido, y con la alegría de encontrarte 15 años atrás, un 17 de septiembre. Me faltaba un día para cumplir 12 años. No recuerdo qué me regalaron en aquel cumple, sólo sé que tuve a mi lado a un amigo que me ha acompañado hasta hoy, a punto de cumplir 27. Me has visto cerrar y abrir tantos ciclos: empezar la ESO, acabar Bachillerato, hacer la selectividad, entrar en la Uni y salir de ella. Por el camino nos ha tocado decir adiós a seres queridos, y tenerte cerca siempre ha sido una ayuda para que las penas se olvidaran un ratito.

Habrá a quien estas palabras le suenen a cursilería difícil de comprender. Lo siento por esas personas, porque creo que quien no es capaz de entender el sufrimiento por un animal, de empatizar siquiera un poquito, tampoco sabe lo que es quererlo, ni disfrutar de su compañía, y eso supone perderse una parte muy bonita de la vida (para mí, de las mejores): la de aprender a ser mejor humano. Descansa, pequeño. Nos dejas un hueco enorme que llenaremos de buenos recuerdos. Te queremos y te echaremos de menos, no sabes cuánto. 
Siempre contigo.

31 de agosto de 2013

No era nadie

Hoy venía de la estación decidiendo si me iba a echar unas cañas o directamente a casa, cuando una señora me ha pedido si podía ayudarle a llevar un cartón enorme, cargada con bolsas como iba no podía con todo. He cogido el cartón y una bolsa grande. Mientras caminábamos me he dado cuenta de que no estaba llevando un cartón cualquiera: era su cama. Y no llevábamos las cosas a su portal, sino a un cajero. Le he dicho que si necesitaba algo más, y muy agradecida me ha contestado que suficiente favor le había hecho. Si preguntáis, posiblemente os dirán que está loca, y casi con toda seguridad ni siquiera habrán hablado con ella. La naturalidad con la que me hablaba acerca de la elección de un buen cartón, la dignidad y aceptación de su situación me han desbordado. Un poco más rota, he decidido volver a casa, yo que sí la tengo. Hoy he aprendido algo. Por cierto, no está loca. Simplemente sola. Y sin casa.