25 de agosto de 2008

Caperucita


Quería ser querida, y resultó en su hazaña herida. Caperucita la bella era una niña plebeya que jugaba sola al atardecer y miraba a los pájaros amanecer. Pobre Caperucita por nadie querida, tan sola y tan herida. Llora, llora... ¡pero aprende de la zarzamora! que tiene espinas para defenderse de quien su fruto osa comerse. Y si tuvieras espinas serías rosa, vestida de rojo y muy hermosa.
Se llevó mordiscos de un fiero lobo, y como castigo lo convirtió en un perro triste y bobo. Ahora ninguno de los dos cree en cuentos, sólo en escarmientos; pero es de mutuo acuerdo seguir siendo un par de lerdos. Y miento, miento, miento al jugar con sentimientos.
Se va a pasear al bosque de la ciudad, y al andar se le quita esta ansiedad (edad, edad). Y mientras se entretiene con estúpida calma se secan sus lágrimas, su odio y su alma.
Si miras a la luna estaré subida hasta la una. Para subir salta, si es que me echas en falta.

8 de agosto de 2008

Horas de la distancia


... Si te soy sincera diré que en realidad me daba igual haber dormido poco o nada. Lo que quería era seguir sintiéndote abrazado a mi. Mientras, a las puertas de nuestro pequeño mundo no ha parado de llover, y me ha gustado tanto esa sensación que he detenido el tiempo, en silencio, para no despertarte. Sólo mi tiempo es mío. Y son malditas las horas de la distancia. Afuera sigue lloviendo, y ahora nuestro mundo está mojado porque no nos tiene, ni a ti, ni a mi... Malditas las horas de la distancia. Lejos...

Soledad

... Y la soledad rasgó con su puñal a esta noche partiendo el mundo, el tiempo, dos almas. Puerta que separa los caminos, no ceses de susurrar, aúlla ¡más fuerte! ¡Más! Llamas y no responde. La rabia grita. Puñal que rasga la noche. Es la hora del odio; es la hora fría. Tiempo consumido, promesas rotas, un segundo: Sólo un segundo. Puñal que rasga la noche: Soledad.

Doce toques de campana, doce lamentos en las calles húmedas que se dejan envolver por un silencio de niebla. Como espuma de sueño, los tortuosos callejones condenan tu mente. Sollozan las ilusiones que no consiguieron rescatarte de la melancolía que ahora te aprisiona. Mendigas la esperanza ciega: una Luna mágica, una montaña nevada, la transparencia de un lago y un prado muy verde. Fuego en el hogar y tres deseos por cumplir. Tres.

…Quizás mañana. Sentimiento que muere y renace, y en la despedida una sonrisa a traición. Mírate en el espejo, retornas a su silencio, a las verdades ocultas, a las visiones deformes. Retornas a la lisa superficie del reflejo mentiroso. Superficie helada, casa de la soledad.

El amanecer ensangrentado trae la realidad: Cabello enredado, cuerpo desnudo, esencia de sándalo y sueños descalzos. Nada más.

Camino

Un tejido brumoso, como aliento de fuego, se dejaba mecer entre las ramas. Y nos vestía con las íntimas transparencias de un momento hermoso. Cuerpo con cuerpo, anudadas sensaciones. Anduvimos entre burbujas de tormenta y susurraban los árboles a nuestro paso... Un camino. O varios. O ninguno. Qué más da. Ahora, todo es posible si tú quieres. ¿Vamos?

4 de agosto de 2008

Prostitute


"No sabía por qué, sin embargo decidió esperar. Las calles respondían a sus pasos con el silencio más frío. Frío, hacía frío, y apretó el abrigo gris contra sí misma. Estaba segura de que aquélla espera serviría para algo, quizás no. Pero ya nada le importaba: Cerró los ojos, suspiró. La noche en París ahuyentaba a la muerte con su bosque de farolas... Muerte en los balcones, muerte sentada en los bancos, enredada en una rama o paseando por los jardines. Pensó que, tal vez, era la muerte a quien andaba buscando. Miró el escaparate que tenía justo enfrente: Se imaginó a sí misma con dos niños de la mano comprando un enorme queso para una comida familiar. Imaginó a los pequeños protestando y diciéndole "Mamá, vamos a casa". Imaginó una casa. Imaginó una cama para dos. Imaginó compartirla con alguien para siempre. Y se dio cuenta de que una lágrima se deshacía en la acera, fundiéndose con la humedad de la que ya formaba parte. En ese momento, por fin, la espera dio su fruto. Las luces del coche la deslumbraron, entornó los ojos y un intento de sonrisa iluminó su rostro. Un rostro armónico, proporcionado, pálido y frágil. Tan frágil que parecía que una carcajada podía romperlo, desentonando la perfecta melodía de sus facciones. Desabrochó los tres primeros botones de su abrigo, y anduvo despacio hacia el coche. Su figura esbelta, a contraluz, recordaba al elegante paseo de los gatos callejeros. Una puerta se abrió invitándola a entrar. Así lo hizo, la puerta se cerró, y el coche se fue con su gato callejero dentro. Como tantas veces, las calles la despidieron en silencio mientras ella a su vez, también silenciosa, se despedía de aquéllos pequeños que jamás conocería, del queso, de la comida familiar. De la casa, de la cama, del tequiero. La noche en París continuó dormitando, con la muerte en sus entrañas, a la espera de un nuevo día".


Foto: Brassäi, Prostitute


Escrito en agosto de 2007

Él

Y de no responder se quedó mudo.

(Solo, sordo, él).

Descalza


Me has hecho perder los zapatos.
Ya te advertí que esto se me enredaría en el pelo.
Ahora voy descalza, caminando con cuidado.
Un pasito, otro...
Pero me da miedo encontrarme con más cristales.
Sin zapatos y con los recuerdos enredados en el pelo.
Qué miedo.
Por eso lloro, por nada más.

La caja de cartón

I

"-¡Niñata, que eres una niñata!- le gritó muy enfadado.
-Y qué más me da, mientras pueda seguir jugando... - triste, pero atrevida, soñaba con dibujar una ventana y sentarse en el alféizar para colgar los pies desnudos y ver, bajo ellos, el mundo.
- ¿No quieres jugar conmigo?- el viento traía consigo las nubes, no había estrellas que contar. Sólo una caja de cartón que invitaba a refugiarse.
- No quiero volver a verte nunca más- le dio la espalda, y se marchó. Tal y como ella lo había imaginado".



II

"Siguió andando, ahora sola, por las calles. Un gato se enredaba en los tejados y la lluvia en su jersey.
-¡Niñata, que eres una niñata!- el eco de las palabras en su mente. De nuevo se vio frente a él. Con un odio irrefrenable sintió más ganas que nunca de abrazarlo. No entendía sus contradicciones. No entendía nada. Tan sólo que el dolor podía paliarse si aprendía a no sentir. Pero no. No quería pasar frío. Pensó en su ventana, allí el sol le secaría las heridas. Deshizo sus pasos. La caja de cartón. Habían vuelto al mismo lugar, para recrear la escena en distinto momento.
-Qué más da que esté lloviendo, ven, juguemos. Es más divertido que estar solo. Me aburre mucho la soledad.

Sí, a ella también le asustaba muchísimo".

Pensamientos de gente normal

Sonreía sin apartar la vista de su café. Era la sonrisa más triste del mundo.
-Son palabras huecas- se decía. Las palabras arrugadas en el suelo esperaban morir en el olvido, silenciando el nombre de su amor.
Cogió su cuaderno, el sentimiento acechaba. La hoja en blanco temblaba ante la inminente muerte del mismo. Ahora, un desorden gritaba entre los pensamientos que tiene la gente normal.
Comenzó a escribir... Por él.