27 de agosto de 2011

Ojalá que tengas buenas noches.


Y miro la luna, desde la cama, pensando que hoy no te veré llegar. Tengo ganas de llamarte, de explicarte qué tengo en la cabeza, esta cabeza hecha de espirales y de algún que otro cuento. Pero prometí no hacerlo, y voy a esforzarme. Dejaré aquí atrapadas las palabras que no volverán a enredarte el pensamiento. Las pintaré a la luz de una vela, buscándote en cada sombra alargada que danza en la pared. Te encontraré en la muda libertad de una distancia tan real que no es posible contarla en pasos ni países. Una distancia afilada, tan fría como el hielo que me separó de ti, que me impide ahora posar mis ojos en tu mirada, y envolver el verde... Verde tu ausencia.
Pasa la medianoche. Es la hora de anudar el llanto a mi garganta. Aprieta tanto que me duele el vientre. Es la hora del aullido. Aullaré en voz baja, para no despertarte. Despertarte y decirte...
Que quisiera seguir tejiendo historias y lanas de colores a tu vida. Que quisiera saltar contigo las rocas que cerraron el camino. Que quisiera borrar tu rostro y tachar tu nombre en nuestra caída. Que quisiera no tocar jamás el suelo, volar, mientras caemos. Volar.
Ojalá que tengas buenas noches. Y una feliz luna, en tu ventana.

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