Los gatos de mi balcón no distinguen de farolas ni cortinas.
Y no existe el amor
ni la medicina
que silencie sentimientos mordiendo fugaz las alegrías.
Y no tengo ya
-nunca tuve-
valor para maullarte un secreto en la mejilla
pero sí para morderte
y saltar -después-
la barandilla.
... Desde mi balcón.
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