31 de enero de 2011

Tejados y Lunas (aprendiendo a recordar)

Subo al tejado por las noches y escribo en mi libreta garabatos lunares. Miro de vez en cuando al mundo, tan pequeñito desde aquí, y veo a mis problemas jugar al escondite detrás de las farolas. Cuando les da la luz me río de ellos, de sus feas caras y sus cuerpos achaparrados. Los muy malditos se esconden entonces y tratan de asustarme teñidos de húmeda oscuridad nocturna. Ahora ya sé que son enanos saltarines imitando grotescos unos gestos de gigantes, todo depende de cómo quiera verlos. Me río de mis problemas y salto a otro tejado.

Me gustan los tejados porque la lluvia huele mejor ahí, la Luna se ve más grande y el viento paraliza el tic-tac de los relojes. Estoy posada encima de ti. Me asomo a tu ventana y te siento a través de las cortinas. Tienes llena la maleta de calcetines de colores, hay también un lápiz, una melodía y un gato blanco de ojos azules. Me siento de nuevo en tu tejado y me invento una buhardilla con tres ventanas pintadas de estrellas. Sí, me gusta inventarme sueños hechos a nuestra medida, construir jardines con rosales y fuentes antiguas, sentarme en un banco del parque más viejo y bonito del mundo y leer poemas, cuentos, historias. Darte un papel en mi teatro y besarte entre bambalinas, regalarte un otoño y todas las hojas que trae consigo para que adornen tus calles.

Me dice la Luna que no le bastan los aullidos ni maullidos, quiere que le susurre algún secreto y le preste mi manta de cuadros, tan arriba hace frío. Me acurrucaré esta noche en el alféizar de tu ventana, y dormiré abrazada en la distancia. Sólo quería que supieras que me encanta posarme en tu nariz, escalar por tu buhardilla y maullar en el tejado, aún a riesgo de resbalar en alguna teja helada y caer al vacío tan real de la mañana, cuando el sol sale y me quita las legañas.

De luna a luna

Estoy en la luna. Y en ninguna otra parte.
Pegué un salto y arribita llegué.



Empiezo a necesitar eso que en las películas de amor hidrogenado llaman "tiempo para pensar".



De todos, el sentimiento de culpabilidad es el más feo. Deberían borrarlo del diccionario y echarlo de las calles.

Amor y Psique


Como un vaso roto metido en una bolsa de plástico.

Así suenan las promesas que nunca serán cumplidas. Así van, poquito a poco, rompiendo el material que las contiene. Destruyéndose a sí mismas y a quien, un día, tuvo la esperanza de creer en ellas.

Es humillante que alguien te jure algo, como se le promete a un niño de siete años que todo irá bien, con una suave caricia en la mejilla. Con una sonrisa que dulcifica la bofetada recibida. Que te diga que no volverá a pasar, como si en realidad le importaras un poquito, como si en realidad quisiera que todo volviera a ser perfecto, si es que alguna vez lo fue. Es humillante porque sabes que no tardará en volver a romper vasos que apestan a colillas, a whisky y a cobardía contra tu puerta. A estallarte los cristales en la cara. A sangrarte el sentimiento un poquito más.
Y tú irás, poquito a poco, recogiendo todo lo que colocaste en las estanterías de la habitación que nunca tuvisteis, desapareciendo poco a poco de sus sueños, en una huída silenciosa. Escapando convertida ya en sombra.