El día que llegaste pensé que eras el perro más aburrido del mundo porque te pasaste el día durmiendo encima de la improvisada cama que te preparamos. Sólo te levantaste para beber un poco de leche. Pobrecito, llevabas toda la noche andando perdido y yo aún quería que tuvieses ganas de jugar, como cualquier otro cachorro. Pero no eras cualquier otro cachorro, en tu corto mes de vida no lo habías pasado bien y por eso escapabas por la carretera. Tuviste suerte, Currete, de que nos encontráramos. Pronto te convertiste en un cachorro feliz que nos destrozaba con sus pequeños dientecillos todas las camisetas. Luego descubriste que despedazar mis barbies también tenía su punto, y me encontraba una cabeza mordida por allá, y una pierna por aquí. Cuando dejé de jugar con muñecas te dio por mis tangas. Y yo te gritaba de todo, maldito, tenías ojo para elegir el más nuevo y bonito.
De lo que más me alegro es de haberte visto correr. En tus buenos tiempos corrías más que un galgo. Castiello, Candanchú, Santa Cristina, Montearagón, Salas, Loarre, la playa de Alicante... Has subido montañas, has galopado praderas, has nadado en el río, y en el mar... Y esas patas que tanto te hicieron correr, hoy te han separado para siempre de mi.
Ya no te harás más heridas en las patitas, no te volveré a hacer curas, ni te veremos caer constantemente por tu torpe cadera. No te volveremos a coger en brazos para subir un escalón. Sé que lo odiabas. Y es que no estabas hecho para quedarte quieto, para depender de los demás, para atarte a nada. Por eso te arrastrabas y te hacías daño. Por eso hemos tenido que elegir. Por eso estoy tan hecha mierda. Te has quedado dormidito encima mío, no te he dejado de abrazar hasta el final, y sé que nos has sentido ahí, contigo.
Pero ahora no estás. Me da miedo volver el viernes otra vez, y que estalle de nuevo la realidad de ese vacío. Joder, cuánto te hacías oír, sentir, querer. La casa va a reventar con tu silencio, cada rincón se llena de tu ausencia, Curro: la alfombra de la entrada, el salón, la escalera. Ahora no te puedo achuchar, ni darte besos en la cabecita, las caricias... Echaré de menos tu pelo, tan brillante, suave, bonito. Echaré de menos tus aullidos de alegría cuando llegábamos a casa. Echaré de menos tus morrazos húmedos para pedir comida, mimos, atención. Echaré de menos tu mirada, siempre pintada, que parecía entenderlo todo. Echaré de menos tu ruidosa forma de beber agua. Echaré de menos verte al lado de Roy, lo padrazo y pesado que eras con él. Echaré de menos a todo tu ser. No me hago a la idea todavía. Me has acompañado desde que tenía nueve años. Te voy a echar tanto de menos... Una parte de mi se irá contigo, gordo, y una parte tuya se quedará para siempre en mi. Para nosotros sólo quedarán buenos recuerdos. Gracias por todo. Nadie te olvidará en esta casa... Te queremos.
Un vacío en la familia. Duerme bien, Curri. Te quiero, mucho.